LA ÚLTIMA CANCIÓN
¿Te acuerdas de cuando viniste a Colombia por primera vez? Llegaste a Bogotá y Samuel Moreno, el alcalde de ese entonces, ordenó que hicieran un almuerzo en honor a tu llegada. ¿Te acuerdas de la rueda de prensa que te armaron? ¿Y del discurso político con el que llegaste? Dizque el crimen juvenil y los niños en la pobreza. Me pregunto si esa iniciativa social fue en serio, si fue tuya o si al menos realmente te importó, y espero que sí. Nunca entendí realmente el motivo de tu viaje. ¿Te acuerdas de que te sentaron con los señores y señoras que gobiernan este espanto improvisado de ciudad, como si ellos algún día hubieran visto tan solo un capítulo, una canción, una mísera animación de Lizzie McGuire? Como si supieran que te pintaste las uñas de negro cuando te desmembraste de Disney, y sacaste un álbum de rock, sí, rock, los músicos me dirán que no, que ese álbum era puro pop tocado con guitarra eléctrica, pero, ¿no es eso a veces el rock también?,
¿Te acuerdas de que quisieron hacerte el almuerzo en el restaurante Club Colombia para darte la bienvenida a este peladerito? Para verte comer ajiaco, carimañolas y toda la delicatessen que en otro lugar distinto al Club Colombia costaría alrededor de catorce mil pesos, con tal de que al final, al limpiarte la papa, ya seca, de la boca, con la servilleta de tela, dijeras: mmmmm, qué delicia, me encanta la comida de su país. ¿Te acuerdas?
Fui una de las pocas que pudo a ir a ese almuerzo. Tan privada, tan exclusiva la vaina.
Fue por mi mamá. Nos invitaron a mi prima, Ana, y a mí. Y, aunque ya estábamos un poco grandes para ti, un poco viejas, maduradas, como se diría, nunca lo estuvimos realmente, y no creo que jamás lo estemos. Y, aunque ya hubieras transitado más colores de pelo, más tan lines, aunque te hubiera cambiado la dentadura y aunque ya hubieras expuesto tu sexualidad ante el mundo –y mis tetas estuvieran empezando a salir y Hannah Montana fuera la que estaba ahora para ayudarme con eso–, aunque Lizzie McGuire sonara en el fondo lejano ya, tanto para nosotras como para ti también, aunque quizás ya toda esa fanfarria no significara nada para ti, ¿te acuerdas de que también Lizzie significaba todo a la vez, para ti, y para nosotras también?
Y todo lo que me demoré escogiendo la ropa apropiada para ir a verte. Los jeanes que saqué del armario a punto de estallar de prendas, la camiseta vieja, heredada de mi mamá, que decía we’re friends para parecer casual pero chévere a la vez, la chaqueta rápida de cuerino blanco, quizás Zara o Stradivarius, las baletas que se empezaban a despampanar pero que a la vez eran mi único par de zapatos a la moda. Me planché el mechón, que estaba hecho todo un fashion trend (al menos entre las chicas con novios) y que tú también tenías. A mí no se me veía tan bien, se me ondulaba, no caía con la gracia con la que tú siempre llevabas todo, entonces me lo planché, y agarré la mitad de mi pelo en un ganchito. ¿Te acuerdas de que ese también fue tu peinado ese día, y que eso simplemente fue una casualidad? ¿Sí te acuerdas, o me lo estaré imaginando?, ¿te acuerdas de las otras niñas que también estaban ahí, y de la competencia extraña que se armó para comprobar quién te conocía, y por lo tanto te amaba, más? Me quedé callada y no pude sustentar mi fanatismo, o más bien mi conexión contigo, tanto como la hija de otro periodista de la élite elegida para esta faena, que te había preparado un álbum con fotos y cuanta vaina cupiera tuya.
Ay, ¿te acuerdas cómo nos sentaron? A nosotras niñas nos arrejuntaron, –y niños también, debo decir, uno que otro colado, (aunque no todos) entusiasmados por conocer a alguien famoso sin importar quién ni cuál fuera, oh Hilary Duff, sí, ella es muy famosa por supuesto, aunque nunca hubiera escuchado Why Not, aunque no te hubiera bailado en el cuarto, muy a escondidas, con él mismo y sus millones de fanáticos que lo saludaban y lo aplaudían por tener frenos, un top, pantalón bota campana, botas con plataforma y gafas, aunque nunca se hubiera tomado el tiempo de tener un canción favorita, cosa que yo sí hice y que resultaron ser The Getaway y The Last Song, canciones que defendí a varita y túnica con cualquier amiga mientras recreábamos escenas de Harry Potter–, nos arrejuntaron en la mesa apagada por sombra.
Los adultos, en cambio, anduvieron al sol. Samuel Moreno, Maria Emma Mejía, y yo no sé cuánta cosa, mi madre en esa mesa como si algo de ahí le importara, y como si esto no fuera todo por mí y por Ana, mi prima. Tú en la cabecera. De qué habrán hablado. La comida gringa y las diferencias en las costumbres, será. I love New York, do you know New York? Beautiful, beautiful city.
Acuérdate de cuando llegó el momento de tomarnos la foto. Te paraste al lado de una columna y todos los niños se tomaron turnos para hacerse la foto contigo. Ana y yo hicimos la fila juntas. Ana tal vez con un poco más de elegancia, su pelo liso sí caía como con más estilo, y definitivamente sabía cómo pararse mejor que yo, le salía natural el modelaje, su sonrisa era orgánica, y sus pies no se congelaban en la forma de un pato.
Gab
Los niños iban saliendo de la fila, descartándose, y nosotras nos acercábamos cada vez más.
¿Tú sí te acuerdas de los nervios? ¿Te acuerdas de que fueron reales? Yo quería decirte algo de verdad, desde la tripa interna, desde el silencio inmaculado y prendido en fuego, algo que te acordara de todo, de la primera conversación que tuvimos, de todos los peinados que nos inventamos, de la voz que me ayudaste a desarrollar, de los eventos rarísimos que tuviste que atestiguar, las sacadas de moco en el bus del colegio, las historias épicas que me inventé en el espacio negativo entre mi cabeza y la ventana del bus, las amigas que me rechazaron por no tener carácter, las amigas que yo rechacé en busca de carácter, mi relación esquizofrénica con Estados Unidos, sabrosa y sangrienta en simultáneo, el habla gringa que permeó toda mi infancia, mis preguntas existenciales como, yo soy yo y estoy aquí pero yo también podría ser alguien más, a los ocho años. Toda la vida que hubo de por medio. Toda la vida entre tú, Lizzie, Hilary, quien fuera que hayas sido en tus otras películas, Estados Unidos, mis amigas y toda la plata ahogando nuestros andenes, el surgimiento del internet, la página web de Disney y de las Bratz, de Barbie, Brandy y el señor bigotes, y yo. ¿Te acuerdas de los nervios que tuve?
No supe cómo decírtelo todo. No sabía si tú en efecto te acordabas, si tú en efecto sabías que todo esto era algo que habíamos vivido juntas, no lo había vivido por mi cuenta, no era algo mío, algo acontecido en un aislamiento, ni siquiera era algo que hubiera emergido de mi cabeza sola, estuvo siempre totalmente vinculado con tu existencia. Y, si tú existías, y habías existido conmigo, porque mi relación con
Gotta find your inner strength
If you can't, then just throw life away
Gotta learn to rely on you
Beauty, strength, and wisdom too
You're beautiful inside and out
Lead a great life, without a doubt
Don't need a man to make things fair
'Cause more than likely, he won't be there
Listen, girl, gotta know it's true
In the end, all you've got is you,
no había salido de la nada sino del hecho de que esa canción existiera, del lanzamiento del disco Metamorphosis, y de alguna brujería que hacía que algo en mí se conectara con algo en ti, dime, ¿cómo carajos era posible que tú no hubieras vivido todo eso también?, ¿podía ser acaso posible que tú no solo no te acordaras sino que quizás ni siquiera te hubieras dado por enterada?, ¿cómo podía suceder eso, si en efecto fue algo real?
Todo había sucedido.
¿Cómo podían haber pasado esas experiencias, todas, y no haber pasado a la vez?, Yo-contigo, eso era. Nunca fui sola, no me inventé nada. ¿Yo-contigo?, ¿y Ana-contigo, y Steph-contigo, y Maca-contigo, y todas las demás?, ¿cómo?
¿Sí te acordarías?, ¿sí sabías?
Pasaron y pasaron los niños, como en un desfile. Hasta que le tocó a mi prima. Seguía yo. Estabas muy cerca, demasiado cerca, eras tú, estoy segurísima de que eras tú, tan segura como de que no había palabra posible que pudiera agarrar tanto significado, tanta cicatriz. ¿Te acuerdas? Y llegué, y me acerqué:
–Hello –me dijiste sonriendo, con tus nuevos dientes.
–Hi –balbuceé.
–How are you?
–Very good, thank you –te contesté cordialmente y como sabía hacerlo, preocupada de que fuera demasiado formal. Me abrazaste, de verdad: tu mano estuvo en mi hombro. Y mientras nos tomamos la foto, intentando mantener la sonrisa, ahorrándote tiempo (tú qué ibas a querer estar en estas, gracias por tu sonrisa y amabilidad), musité como fuera:
–I...love…you.
Hubo silencio. Esperaste a que dijera algo más, porque parecía que mi incertidumbre iba para allá.
–Thank you for everything –resolví.
–¡Thank you! That is very kind –me miraste rápido, con queridura y honestidad, y te preparaste para el siguiente. Habrá sido la hija de aquél periodista, quién te mostró todo ese álbum lamentable y esforzado.
–Goodbye –sonreí avergonzada.
Aún no sé dónde ocurrieron esas preguntas, ni en qué lugar concreto del continuum de tiempo del Planeta Tierra sucedió todo.
Tampoco estoy tan segura de que no te acuerdes.
Gab