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Salud mental y pandemia

“Intento masivo de fuga se produce de manera simultánea en al menos 12 cárceles del país…”, toda la programación se interrumpe para dar paso a la noticia de última hora. Desde su habitación, Sara escucha a los helicópteros que sobrevuelan la zona, se le acelera el pulso buscando la escasa información en redes sobre los motines, las cifras de covid que no hacen más que aumentar y las imágenes de ciudades vacías ante la incertidumbre de la enfermedad. 
Caos, enfermedad y muerte son lo único en lo que puede pensar. Siente un escalofrío en todo su cuerpo, la frecuencia de su respiración aumenta junto a la de su corazón y sin preverlo, comienza a llorar. Es como si un remolino de pensamientos se acumulase en su cabeza. Le cuesta respirar y no puede parar de llorar. No puede parar de sentir que el peligro es inminente y que ella está en el ojo del huracán, sin posibilidad de escapar.
Algunas semanas después entendería que aquel ataque de pánico, que aún no llegaba a comprender por completo, sería el primero de muchos. Y que además,  los siguientes meses serían una lucha constante para reconocer, por primera vez, en medio del miedo y la incertidumbre de la pandemia, la importancia de su salud mental. 
La pandemia significó para una mayoría de la población una disrupción de la rutina habitual, que trajo consigo presiones económicas, aislamiento social y temor a la realidad. El cambio tan abrupto y la exposición a circunstancias estresantes constituyó un factor de riesgo para el desarrollo de problemas sociales y de salud mental. Según la Organización Mundial de la Salud para el segundo semestre del 2020, de 130 países encuestados, 60% reportaba un aumento en el uso de los servicios de salud mental y el 67% observaba alteraciones en los servicios de orientación psicológica y de psicoterapia.
“Los motivos por los que aumentó la consulta en tiempo de pandemia para los servicios de salud mental son varios: el aislamiento tan estricto que se dio; la sensación de soledad que influyó mucho en descompensar a los pacientes que ya tenían un diagnóstico; y hacer debutar [consultar por primera vez] a los pacientes que tenían factores de riesgos, ya que este [el aislamiento] actuó como detonante para que empezaran con un trastorno depresivo o ansioso, que fueron los más frecuentes durante la pandemia”, afirma Felipe Marino, médico psiquiatra. 
Para Sara, la pandemia no fue el único factor que desarrolló su trastorno psicológico, sino que también la enfrentó a situaciones y emociones que antes venía ignorando. Al sentirse abrumada, por primera vez en su vida decidió buscar ayuda profesional y estuvo unos meses en seguimiento. Después de un tiempo fue diagnosticada con ansiedad. “El diagnóstico me iluminó mucho, fue nombrar una serie de cosas que me pasaban y yo no entendía porqué. Fue como un bombillito que se prendió.”
Después de ser diagnosticada, la psicóloga la remitió a psiquiatría, sin embargo, la cita nunca se concretó porque la agenda siempre estaba llena. En Colombia, son muchos los factores que influyen en el acceso de la población a servicios de salud mental, tales como el aspecto económico, social y cultural de la persona que necesite el tratamiento. Además, influye la estructura del sistema de salud, la disponibilidad de los servicios, la organización, el financiamiento, entre otros.
Según el Boletín de salud mental Oferta y Acceso a Servicios en Salud Mental en Colombia publicado en el 2018, el servicio de psicoterapia por psicología estuvo disponible a un 83,1% de la población infantil mientras que en población de 45 años no más fue de 52,7%. Sin embargo, no sólo es necesario que haya cobertura sino también un seguimiento de procesos que garanticen un buen servicio. 
Marino también asegura que “la salud mental en el país es terrible, los especialistas estamos concentrados en cinco o seis ciudades en todo el país. Otras especialidades aumentan el estigma de la salud mental, del psiquiatra, de los psicofármacos y eso lo único que hace es deteriorar la calidad de vida de los pacientes, la cantidad de camas de psiquiatría son irrisorias, cuando se va a hospitalizar a un paciente es un problema y los lugares que hay para hacerlo no son los mejores. En general la parte de salud mental tiene muchos problemas y está atrasada en comparación a otras áreas de la salud.”

En Colombia, de acuerdo a un estudio del DANE publicado en febrero del 2021, más de la mitad de las personas encuestadas reportó sentir niveles altos de preocupación, y el 52% de los hogares presentó un deterioro de la salud mental de los adultos durante el año previo. Esto aumentó al 30% las consultas de asistencia psicológica. Sin embargo, no hay un reporte de cuántos de estos casos se les hizo un seguimiento a largo plazo, ni tampoco existe una aproximación de cuántas personas en el país no pudieron acceder a servicios de salud mental cuando los necesitaban.
“Sentía que el covid estaba en todo lado. Pensaba: ‘no voy a poder salir nunca al mundo exterior’. Y me preguntaba, ¿cómo voy a volver a hacer mi vida?”, cuenta Carolina quien duró casi 8 meses sin salir de su casa. Para ella salir incluso al jardín significaba un gran reto. La idea de verse expuesta al virus y contagiar a su familia era un pensamiento constante en su cotidianidad que no le dejaba vivir su vida. Tenía ataques de pánico constantes y bajones de ánimo que la dejaban días sin poder hacer nada.
Todos los lugares que ella habitaba olían a cloro, a alcohol. No era casualidad. La limpieza se había vuelto rutina de todos los días y más cuando algún objeto llegaba del exterior. Las manos se limpiaban más de lo necesario, seis, siete veces en un corto período de tiempo. El alcohol se pasaba por todos lados, la comida, los zapatos y la ropa. No había un solo lugar que no estuviese desinfectado y el pánico de siquiera asomarse a la calle crecía con cada semana en aislamiento. 
Carolina volvió a retomar el control de su vida meses después de muchos altibajos, terapia y medicación. Paso a paso fue ganando de nuevo la confianza que había perdido, logrando pequeñas cosas que para ella representaban una gran victoria: ir a casa de sus tíos, abrazar a diferentes miembros de su familia, comer fuera de su casa, sentarse en un parque, tener cuidado, pero no ir hasta límite de ellos. No fue un proceso sencillo. Para ella rearmar su nueva realidad en medio de una pandemia significó enfrentarse a muchos miedos y estigmas alrededor de los trastornos mentales.
“La pandemia agudizó mis problemas de trastornos mentales pero me siento acompañada, porque no fui la única que pasó por esto y saber eso me consuela un poco. Ya no es un estigma y en parte me pone un poco triste el hecho de que la gente no reconozca los problemas de salud mental y haya tantas cosas que hemos tenido que enfrentar solos y solas porque no hay información, no hay educación, no hay reconocimiento y no hay un acceso equitativo a la psicología y muchos menos a la psiquiatría”, asegura Carolina.
En Colombia y en gran parte del territorio latinoamericano, la brecha de accesibilidad a los servicios de salud mental, aún es demasiado grande. Cuestiones sociales y culturales, como la religión, la negación de la existencia de esta y las superstición y además, cuestiones económicas, como los pocos recursos asignados a esta área, aún impiden que haya una desmitificación de la enfermedad mental como con cualquier otro padecimiento médico. La pandemia fue el detonante necesario para ver un problema que siempre ha estado allí: la falta de políticas públicas y la estigmatización de los trastornos mentales que lo único que hacen es degradar la calidad de vida de la población.

 

1. Se cambió el nombre por petición de la fuente.

 

Ningún monstruo es más aterrador que nuestros pensamientos cuando no podemos controlarlos; si necesitas ayuda de un profesional puedes comunicarte con la línea 192 opción 4 gratis para todo el territorio nacional o revisar las líneas de atención para orientación y salud mental cada departamento en la página web:

 

https://coronaviruscolombia.gov.co/Covid19/aislamiento-saludable/lineas-de-atencion.html#lineasSaludMental

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