MILITARES EN RETIRO: ABANDONO, POCAS OPORTUNIDADES Y BAJOS SALARIOS
El asesinato de Jovenel Moïse, presidente de Haití, la semana pasada, prendió las alarmas al interior de las fuerzas militares colombianas por el posible involucramiento de al menos 19 militares retirados colombianos en los hechos..
A pedido de las autoridades haitianas, la policía colombiana realizó una investigación que, cada vez más, apunta a que efectivamente los ex militares participaron en el asesinato. Los detalles son confidenciales, pero más allá de lo que esta indique, y de lo que determine con ella la justicia haitiana, la pregunta que queda es por qué un grupo de soldados profesionales colombianos en retiro terminó involucrado en un magnicidio.
Mugre habló con siete militares en retiro, desde soldados profesionales hasta oficiales, para intentar dar respuesta a esa pregunta.
Todos coincidieron en decirnos que no es extraño ni tampoco nuevo que los militares en retiro estén vinculados en empresas de seguridad, tanto nacionales como extranjeras, y tanto legales como ilegales. Por el contrario, nos dijeron que luego de cumplir con su servicio, la enorme mayoría de los militares retirados se dedica a la seguridad privada.
Como cuenta el New York Times, y como nos dijeron los veteranos con los que hablamos, los militares retirados colombianos, por su entrenamiento y experiencia, son particularmente cotizados.
“Hay empresas de seguridad en Emiratos Árabes, Yemen, Dubai, Estados Unidos y en todo el mundo que se dedican a contratar personal militar retirado calificado para desarrollar contratos de seguridad, y dada la vasta experiencia que tenemos los militares colombianos somos buscados particularmente para trabajar en esas empresas de seguridad. A mi particularmente hace 5 años me buscó una empresa contratista para que yo en mi condición de coronel retirado, conformara una unidad de 1200 hombres para ir a operar en Yemen.” – le contó a Mugre el Coronel (r) Julio Prieto.
Y aunque el coronel Prieto rechazó la oferta porque no le interesaba vincularse de nuevo en actividades militares, pudo hacerlo porque goza de una asignación de retiro, como se llama la pensión vitalicia de los militares, de coronel. Sin embargo, en el caso del escalafón más bajo del ejército, el soldado profesional, la historia es distinta.
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“Sale uno como costal sin marca”
Estando activo, el salario de un soldado profesional es, según el decreto 1794 de 2000, un salario mínimo legal vigente, más el 40% de ese salario y más cuatro primas que reciben. En total, según nos contó Edison Falla, soldado profesional en retiro, unos 2,200,000 pesos.
Luego de cumplir 20 años de servicio, el Ejército le envía al soldado una notificación en la que le dice que es hora de pedir su retiro y le asigna una pensión que equivale al 70% de su salario, 840,000 pesos, más el 38,5% de la prima de antigüedad. Es decir, un salario de alrededor del millón cien, millón doscientos, en el mejor de los casos. “Uno sale a buscar otra oportunidad porque con esa pensión no sobrevive, los hijos, el estudio de ellos, las deudas, todo eso.” – comenta Falla.
Un año antes de pedir su retiro, el Ejército da la posibilidad a sus soldados de dejar sus actividades en la milicia e inscribirse a alguno de los cursos que hacen parte del convenio que tienen con el Sena, con el objetivo de adaptarlos a la vida civil.
“En el Sena yo estudié gastronomía, cuando yo estudié había como 3 cursos no más: maquinaria pesada, gastronomía y algo más. Y sí, adquiere uno el conocimiento y aprende algo más en la vida, pero para salir a trabajar en eso es muy difícil, tiene que tener es palanca, hay algunos a los que les dan trabajo, pero muchos que no. De un 100% por ahí un 30 conseguirá trabajo de lo que estudió en el Sena.” – le contó Falla a Mugre.
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Pero además, el acceso a esas oportunidades educativas son exclusivas para quienes cumplen los 20 años de servicio, según nos contó el soldado (r) Nelson Rubio, quien pidió la baja a los diez años.
Rubio ingresó a las filas del Ejército con el objetivo de terminar su bachillerato, hacer el curso de suboficiales, y comenzar así su carrera en la institución. Pero no pudo hacerlo nunca.
El Ejército lo mandó a Caquetá en época de Pastrana y de retoma de la zona de distención, y sus comandantes le decían que no había cupos ni apoyos para estudiar en ese momento. Cuando se acabó la zona de distensión lo trasladaron a Cundinamarca a combatir en Yacopí, Caparrapí, La Palma y La peña; y de ahí lo mandaron a Bogotá a hacer control de área. “Allá llegamos a lo mismo, no había oportunidad de nada, no veíamos ningún bienestar y con otro compañero pedimos la baja.”
Por 10 años de servicio el Ejército lo liquidó con seis millones de pesos.
Una vez afuera, cuenta, le costó mucho reincorporarse a la vida civil. Por un lado por las secuelas de la guerra, que lo dejaron sin dormir bien por dos años, y por el otro, porque “uno entregó toda la juventud a la guerra, y uno en esa época desayunaba guerra, almorzaba guerra y comía guerra, no había más vida, entonces sale uno sin saber hacer nada, como costal sin marca, a dar botes por ahí.”
En eso coincide Luis Henrique Hernández, suboficial (r) del Ejército. Dice que las fuerzas militares crean a un ser psicorigido pues en la milicia todo está escrito: la manera en que debe sentarse, cómo debe vestirse, cómo se debe tender la cama. Una vez afuera, cuenta Hernández, es muy difícil que 8 o 10 meses de cursos de panadería o gastronomía cambien 10 o 20 años de costumbres y mentalidad militar.
La seguridad privada, legal e ilegal, es lo que queda.
Ante esa profunda dificultad de conseguir empleo en campos fuera del de la seguridad, las ofertas en compañías de seguridad privada, tanto legales como ilegales, resultan atractivas y asequibles para los militares en retiro.
“A mi me habría gustado tener un negocio propio, un taller de mecánica automotriz, o una cigarrería, o una papelería, salirme del campo de la seguridad, pero no pude. Antes de la pandemia unos compañeros que están en Dubai me dijeron que había trabajo allá con una empresa de seguridad, que estaban ganando entre 3000 y 3500 dólares mensuales. Presenté exámenes y todo, pero luego llegó la pandemia y eso se paró, pero yo me hubiera ido de una vez.” – cuenta el soldado (r) Falla, quien en este momento está desempleado.
Rubio, por su parte, cuenta que entre los militares en retiro suenan mucho las ofertas de ejércitos ilegales, carteles, y grupos de mercenarios, precisamente por los bajos sueldos que reciben y por la imposibilidad de trabajar en otras áreas para ganar uno mejor. “Usted manda una hoja de vida y por mucho lo reciben como vigilante, o si tiene algún estudio o palanca, de escolta de alguien, entonces a uno de militar pa eso es que lo buscan, los mercenarios llaman a esa gente de comandos, que ha vivido la guerra y que sabe de la guerra.”
No hay garantías para los soldados en retiro
Para cuatro de las fuentes con las que hablamos, lo que hace falta es que el Estado cree una política pública que resocialice efectivamente a los militares luego de retirados.
Si bien en el 2019 se sancionó la Ley del Veterano, que crea esa figura y otorga una serie de beneficios en salud, educación y vivienda para los retirados, para Manzur, director de la corporación Veteranos por Colombia y Hernández, esa ley no es más que un saludo a la bandera. “Eso es una ley política, que lo único que hace es decirle al militar en retiro que ahora es un veterano, pero no hay ninguna garantía de resocialización.” – comenta Manzur.
En eso coinciden los soldados Falla y Rubio, pues dicen que después de dedicar décadas a la institución, hay muchos que salen sin oportunidades tanto de seguir haciendo carrera en la institución, pues los costos de los cursos de suboficiales y oficiales, donde pueden continuar en servicio por más de 20 años, son muy altos, así como de salirse del campo de la seguridad, por no saber hacer otra cosa que, “caso y echar plomo”.
“Aunque hay soldados profesionales en todas las áreas, sí son muy pocos, deben ser alrededor de un 1%, y eso.” - sentencia el suboficial Hernández.