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LA FALTA DE ESLABONAMIENTO LEGISLATIVO EN LA DEMOCRACIA COLOMBIANA

El eslabonamiento legislativo es, en esencia, el vínculo directo entre el votante y su representante en el Congreso. Cuando este existe, el votante, o constituyente, puede saber si el elegido está cumpliendo sus promesas, participar para influenciar e informar sus decisiones y decidir si merece ser elegido nuevamente o si debe ser reemplazado en las próximas elecciones. Cuando este no existe, los congresistas pueden actuar independientemente de los intereses de sus votantes sin consecuencia alguna.  Es uno de los principales bloques de la democracia representativa. 

 

Para que el eslabonamiento legislativo exista, lo básico es que los ciudadanos sepan quien los representa en el Congreso. 

 

Querido lector, ¿usted sabe quién lo representa? ¿Quién es su senador? ¿Quién es su representante en la cámara? Ojo, no me refiero a la persona por la que votó o la que más le gusta y siente que representa sus ideales, me refiero a quien DEBE representarlo. Si no sabe, está con la gran mayoría del país. El 88% de los colombianos no se acuerda por quién votó en las elecciones legislativas apenas un año después de haber votado.

 

Exploremos el tema más a fondo, empezando por la votación misma. La educación política de la mayoría de los colombianos se limita a aprenderse un logo y un número cada cuatro años y olvidarlos justo después de depositar su voto. El tarjetón que marcamos dificulta mucho saber por quién votamos y quién nos representa. Logos de efímeros partidos o coaliciones y números que no significan nada, suplantan los nombres y las caras de las personas que toman las decisiones más importantes por nosotros.

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Sigamos con nuestro senado: El senado colombiano se elige nacionalmente, no adscrito a ningún territorio o comunidad específica bajo la suposición de que representan a todo el país (una incoherencia que imposibilita el eslabonamiento legislativo efectivo). Lo que suele pasar es que no representan a nadie y pueden ser elegidos con votos regados por todo el país, o focalizados en fortines políticos, y adquiridos vía maquinarias políticas y clientelismo; serviles sólo a los intereses de los poderosos que gestan estos votos, los cuales pueden reemplazarlos fácilmente. Esta conformación del senado es casi única en el mundo y políticos de izquierda y derecha han propuesto cambiarla. 

 La Cámara sí tiene una división territorial y poblacional clara a la que debe representar. Estas divisiones son útiles porque agrupan comunidades y movimientos de base que pueden ejercer su influencia sobre sus representantes de manera más cohesiva y eficaz. Sin embargo, en nuestro caso, las divisiones son demasiado extensas. La Cámara se elige por departamento, con excepción de Bogotá que tiene sus propios representantes. Dos representantes por cada uno y uno adicional por cada 365.000 habitantes en dicho departamento (y Bogotá). Aunque un representante departamental no es mala idea, entre más consolidada sea la población electora, más estrecho puede ser el eslabonamiento legislativo. Académicos e incluso la Misión Especial Electoral del Acuerdo de Paz han propuesto un sistema mixto donde también existan representantes de grupos poblacionales y comunidades más pequeñas para así dar con una representación más directa. 

 

Estas falencias en nuestro sistema electoral también llevan a que los elegidos no sepan a quién representan ni a quién rendirle cuentas. Cada vez más hay representantes de opinión, que representan a sus seguidores de twitter más que a una comunidad real o a un territorio. Es importante hacer los cambios necesarios para establecer y reforzar el eslabonamiento legislativo con el fin de vincular a los colombianos a la democracia para que su comunidad y visión de país se vea representada y realizada (y para no seguir eligiendo a los mismos inútiles de siempre).

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